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La reina del clima

Esta semana, la colaboradora del blog es una persona muy especial, nada menos que Connie Hedegaard. Quizás este nombre no les diga mucho, pero esta mujer es la que ha coordinado todos los preparativos para la cumbre del clima de Copenhague y estos días preside el encuentro. Hasta ahora, ha sido la ministra de Medio Ambiente de su país y, desde el próximo año, ocupará  la nueva cartera de Cambio Climático que ha creado Barroso en la Comisión Europea. Su equipo me mandó esta carta que, para ser honestos, seguramente habrá aparecido en algún medio más. Pero bueno, al menos ponemos europressos a la altura del Financial Times o Newsweek. Que aproveche!

EL TIEMPO SE HA ACABADO

Existen momentos en la Historia en los que el mundo puede elegir diferentes caminos. La conferencia climática en Copenhague es uno de estos momentos decisivos. Podemos elegir entre seguir la senda de una prosperidad “verde” y un futuro más sostenible. O podemos optar por el camino de la inacción frente al cambio climático, dejando una enorme factura para nuestros hijos y nietos. No debería ser una elección difícil.

El objetivo del Gobierno danés es claro: trabajamos para un acuerdo global ambicioso, que reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero, y otorgue financiación y tecnología para la adaptación. Igualmente, Copenhague debería incluir un límite para lograr un acuerdo vinculante.

La clave es el tiempo. Por cada día que pasa el precio sube y las potenciales consecuencias catastróficas del calentamiento global se incrementan. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, cada año sin actuar nos costará 500.000 millones de dólares. Debemos presionar para aprovechar el momento político a favor y hacer que los líderes del mundo actúen según sus responsabilidades, y lo hagan con rapidez.

La fecha límite de Copenhague ha funcionado y los líderes han sentido la presión de sus ciudadanos, las empresas y el resto de la sociedad. Uno a uno, los gobiernos de todo el mundo están entregando sus propuestas, entre ellas las de EEUU, China, Brasil, Corea del Sur y Rusia.

Es nuevo y muy motivador que China haya dado un paso adelante en la comunidad internacional. Debemos analizarlo con más cuidado para ver en qué se traduce el anuncio chino.

Dinamarca no estableció la fecha límite de Diciembre de 2009. Fue el Plan de Acción de Bali de 2007 con el que el mundo decidió que el Cop15 de Copenhague fuera un punto de inflexión para poner al planeta en un camino más sostenible. Un total de 192 países firmaron este mandato y ahora no debemos dejar que este compromiso se escurra de nuestras manos. Ahora es el momento de actuar. Los líderes del planeta han prometido a sus ciudadanos una solución. Es el momento de estar a la altura de esta responsabilidad y generar una acuerdo climático global, ambicioso y creible.

El contenido del acuerdo se alimenta básicamente de cuatro desafíos que requieren sus soluciones. Debería incluir objetivos de reducción de gases de efecto invernadero a medio y largo plazo para los países desarrollados. Además, tendría que poner a los países en desarrollo en un camino más limpio y verde hacia la prosperidad. Necesita concretar una asistencia para los países vulnerables, aquellos que serán golpeados primero, y lo serán duramente, por el calentamiento global.  Por último, el acuerdo debe concretar la manera de cómo compartir la tecnología y el conocimiento.

Estos son los cuatro interrogantes de Copenhague. Y debemos solucionarlos. No tenemos alternativa. Debemos ocuparnos del cambio climático y debemos hacerlo ahora. Esta cumbre es el límite. El tiempo se ha acabado. Hagamos nuestro trabajo.

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Volver a caer

En el post invitado de hoy nos escribe Antonio Roldán, asesor económico del PSOE en el Parlamento Europeo, columnista del diario El País, y persona a la que te puedes encontrar en los lugares más inesperados (un aeropuerto, un bar de Menorca, entre un grupo de entrevistados para una revista). Nos advierte de que más vale que nos preparemos, porque después de esta crisis otras nos volverán a tumbar en la lona, ya que el riesgo forma parte del ADN del capitalismo y alimenta  su buche. Uno ya va preparando la tarjeta de crédito, porque si vamos a volver a caer, más vale hacerlo con glamour gastando dinero…

Minsky y los paradigmas (por Antonio Roldán)

Es precisamente durante las grandes crisis históricas cuando de pronto aquellas ideas que parecían utópicas e irrealizables emergen con fuerza para cimentar las bases teóricas de nuevos paradigmas. Y aquello que parecía imposible se vuelve posible, y hasta razonable. La Gran Depresión trajo el keynesianismo, y confirmó la creencia de que los mercados son cosas buenas pero que funcionan mejor si el gobierno está allí para limitar sus excesos. Después de la llamada edad de oro del capitalismo (1945-1970) llegó la crisis del petróleo (1973) y volvieron las ideas neoclásicas revestidas y perfeccionadas; la economía de oferta y el monetarismo de Friedman se convirtieron en la ortodoxia que desembocó, políticamente, en el Consenso de Washington.

La presente crisis ha terminado de agujerear aquél modelo que gozó de su máximo esplendor con las “expectativas racionales” de Lucas, pues no solo ha resultado inútil como guía para la política económica, sino que se podría decir que dentro del marco teórico que ofrece, no hay cabida para el colapso de los mercados que, de hecho, estamos viviendo. Especialistas en economía del comportamiento ya venían anunciando importantes fisuras en el modelo estudiando algo tan simple como que la gente no responde siempre racionalmente a los incentivos y que los precios de mercado no siempre incorporan información perfecta.

En el último artículo que publicamos en El País (http://www.elpais.com/articulo/opinion/era/posible/elpepuopi/20091113elpepiopi_13/Tes) hablábamos de la vuelta de Tobin a la primera línea del debate internacional. Hoy hablaremos de Hyman P. Minsky, un economista de los años cincuenta que ha resurgido con fuerza del (cuasi) abandono académico y  que representa otro poderoso ejemplo de las limitaciones evidentes de la hipótesis de los mercados eficientes. La teoría de Minsky sobre la naturaleza inestable de los mercados financieros ha resultado ser la más precisa en la explicación de la reciente crisis económica.

Minsky sugiere que la interacción entre individuos con información imperfecta crea regularmente movimientos de euforia y pánicos,  lo que convierte a los mercados financieros en intrínsecamente inestables. Los agentes económicos son por naturaleza propensos al riesgo y tienen la tendencia a extrapolar la sensación de estabilidad hasta el infinito. Paradójicamente la misma estabilidad que los caracteriza es desestabilizadora en el largo plazo. Es decir, cuanto más dinero ganan los inversores tomando riesgos, más riesgos están dispuestos a tomar – más imprudentes se vuelven – y terminan asumiendo más riesgos de los económicamente razonables.

En otras palabras: las burbujas especulativas son endógenas a los mercados financieros. La burbuja en el mercado inmobiliario estadounidense ilustra a la perfección la teoría de Minsky: la gente invertía como si los precios de las casas fueran a seguir subiendo indefinidamente y terminó financiando sus deudas con deudas excesivas… hasta que la burbuja reventó y terminó desembocando, tras el colapso de la banca,  en el descalabro más severo de la economía global en 75 años. Como diría Arrow (ver su última publicación sobre la crisis y sus bases en el comportamiento humano), «it´s the fundamentals, stupid».

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El euroescepticismo, el salvavidas de ZP en Europa

El post invitado de esta semana es Pedro López, conocedor como pocos de la imagen pública de los políticos en Bruselas, de las entrañas de los partidos y también de lo que se gesta en las alcantarillas del Parlamento Europeo. Ha estado a los dos lados de la barrera, primero como corresponsal de EFE durante doce años y ahora lleva más de ocho a cargo de la comunicación de los eurodiputados españoles del PP. Un hombre de peso dentro del partido conservador europeo y una voz más que escuchada entre los diputados.

[Pedro López]

España se prepara para presidir la Unión Europea, por cuarta vez desde su adhesión. A tres meses de la cita poco o nada sabemos de las intenciones o de las aspiraciones que el Gobierno tiene o de lo que quiere obtener en ese período, ya sea para España o para el conjunto de la UE. De momento, sólo se conoce la foto que el presidente del Gobierno planea hacerse con Barack Obama la próxima primavera en Madrid para dejar constancia en imagen del anunciado «acontecimiento planetario» que anunciaron sus corifeos. Espero que en esta ocasión la instantánea resulte más lucida y genere menos polémica que la última.

En los seis meses de presidencia de la UE poco se puede hacer si no se han preparado con mucha antelación los temas que se quiere sacar adelante. Países como Francia y Alemania resuelven durante su semestre los temas que tocan, por calendario, pero lanzan con antelación otros para que estén a punto de caramelo y se puedan aprobar cuando ejercen la presidencia. De España poco sabemos de lo que toca y menos aún de los temas que ha preparado para aprobar en sus seis meses al frente del tinglado comunitario. Lo peor es que el escenario europeo tampoco va a servir de trampolín para grandes saltos.

Por el lado ideológico, pocos correligionarios podrán echar una mano a Rodríguez Zapatero para sacar brillo a su presidencia. El socialismo está en crisis total en los grandes países de la UE y aunque pueda ganar un socio en Grecia el próximo fin de semana probablemente perderá otro de mucho más peso en abril, cuando los británicos dicten en las urnas el próximo abril la orden de desahucio del laborista Gordon Brown del 10, Downing Street.

Por el lado de los grandes asuntos políticos que preocupan a los ciudadanos tampoco habrá mucho que rascar. La lucha contra el cambio climático se cerrará en diciembre en Copenhague o quedará aplazada bastantes meses más. El relanzamiento de las negociaciones de la ronda de Doha para renovar las normas del comercio mundial sigue congelado y hay pocos visos de que vaya a resucitar de forma repentina. La inmigración legal e ilegal provoca peleas y pone de manifiesto que a la hora de la verdad, la solidaridad entre los socios europeos en este asunto va poco más allá de que cada palo aguante su vela. La reforma del sistema financiero mundial emprendida por el G-20 comienza a desprender un tufo de ser una gran declaración de intenciones que los hechos se encargan de desmentir y como muestra, el botón de la pensión del directivo bancario español que hoy publica la prensa. El paro y la recesión económica no pueden ser una prioridad ni siquiera de dos tardes, porque España encabeza la tabla de cifras negativas de la UE.

Para mayor escarnio, también es posible que nada se pueda rascar del lado institucional porque el Tratado de Lisboa puede seguir en el próximo semestre en el limbo de los justos. A la buena noticia de que el próximo viernes vencerá el «sí» al Tratado de Lisboa, según apuntan los sondeos, acaban de echar una palada de tierra los correveidiles del presidente checo. Vlaclav Klaus, presentando un recurso ante su Tribunal Constitucional en un intento desesperado de retrasar la ratificación de un texto que muchos consideran ya gafado.

¿Qué queda para la presidencia española? El tiempo lo dirá, pero es posible que el desafortunado movimiento de Klaus al final ofrezca una excelente doble coartada para que Rodríguez Zapatero dé esplendor a su presidencia. Que mejor objetivo ante la opinión pública que enarbolar la bandera del europeísmo frente al perverso euroescéptico, negacionista confeso del cambio climático, cuyo editor en España no es otro que el malvado Aznar…Y como no hay mal que cien años dure, de paso aprovecho que no entra en vigor a tiempo un Tratado que creará un presidente del Consejo Europeo y un Alto Representante de Política Exterior que me pueden hacer sombra en la foto con Obama. En cualquier caso, «se non è vero, è ben trovatto».

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Las batallas del Parlamento

(El post invitado de hoy es JAUME DUCH, portavoz del Parlamento Europeo, la única voz oficial de la institución, aparte de su presidente, y uno de los salvavidas informativos más valorados por los periodistas. Una gran aportación en la semana que la Eurocámara celebra la primera sesión de la legislatura. Con esta entrada se cierra el ciclo de invitados: ciudadanos, creativos, medios y portavoces comunitarios. Volverán después de las vacaciones)

Ganar batallas antes de nacer (que no después de muerto)

Las calles semidesiertas de Estrasburgo un 14 de julio, fiesta nacional francesa, contrastarán este año con la actividad febril del primer día de legislatura en los pasillos de los edificios del Parlamento Europeo. El día antes se habrá despedido oficialmente a los diputados de la sexta legislatura que no repiten y habrá tenido lugar la ceremonia de recibimiento de los nuevos, pero el momento más relevante de la semana llegará el martes a las diez de la mañana, cuando se inicie la sesión constitutiva y Hans-Gert Pöttering, presidente saliente, inicie el procedimiento de elección del nuevo presidente.

Aunque formalmente la legislatura empiece el 14 de julio políticamente ya hace varias semanas que el nuevo Parlamento ocupa un espacio importante en la escena política europea. De hecho, desde el mismo momento en que se conocieron los resultados de las elecciones del 7 de junio se aceleraron las negociaciones encaminadas a asegurar la reelección de José Manuel Barroso como presidente de la Comisión Europea. Curiosamente, la primera victoria de la legislatura la ganó el Parlamento aún antes de constituirse. Que los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea decidieran posponer la designación oficial de Barroso hasta estar seguros de que éste disponía de mayoría en el hemiciclo de Estrasburgo suponía no ya aplicar “el espíritu” del procedimiento previsto en el aún nonato Tratado de Lisboa sino ir incluso algo más lejos que su letra. Una decisión que probablemente respondía a motivos diversos más o menos confesables, pero que tuvo como consecuencia dirigir el foco de atención hacia los despachos, pasillos y salas de reuniones del Parlamento Europeo.

Durante la reciente campaña electoral europea muchos comentaristas lamentaron que el Parlamento Europeo no fuese determinante a la hora de elegir un gobierno europeo y con razón achacaban a este hecho una parte del escaso interés que las elecciones despertaban entre una parte importante de la población. Al final ha resultado que aún antes de que Lisboa entre en vigor el Parlamento ya condiciona con claridad el nombramiento del nuevo presidente de la Comisión, tanto en cuanto al calendario como en cuanto al fondo, dando un paso más respecto a lo sucedido en el 2004, cuando durante la primera investidura de Barroso rechazó a un candidato a comisario y exigió modificar parcialmente el reparto de carteras.

La pasada legislatura fue la de la consolidación de un Parlamento capaz de controlar al ejecutivo comunitario, de modificar sustancialmente algunas de sus propuestas legislativas clave y de rechazar otras. Esta legislatura, si entra en vigor el Tratado de Lisboa, verá la aparición de un Parlamento capaz de hablar de tú a tú al Consejo, algo de lo que ya tuvimos algunos ejemplos tímidos en los últimos dos años. La nueva composición de la cámara, en la que populares y socialistas se necesitan mutuamente, ayudará a ello. Pueden cambiar muchas cosas y es muy posible que, por fin, la política europea empiece a ser visible y explicable. Tiempo al tiempo.

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