Baile de verano con el destino

(Éste es el post que debería haber colgado el viernes pero que, debido a los viajes, no pude escribir. Aquí va. Hasta el viernes que viene!)

Cuando uno ya ha empezado a desmigar los primeros días de vacaciones, resulta complicado llenar el pensamiento con viejas penas o nuevas preocupaciones. Sobre todo si se llega a la meta volante estival con la lengua fuera por culpa de los últimos meses en Bruselas (presidencia francesa y checa de la UE, elecciones europeas, crisis económica…); y se espera arrugado lo que asoma detrás de la esquina de septiembre (primeras sesiones de la nueva Eurocámara, segundo referéndum en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa, nueva Comisión, culebrón Barroso, presidencia española…). Pero eso es el futuro y, de momento, uno prefiere empezar a vivir, pensar y respirar (aunque sea por sólo unas semanas) como un bon vivant, agarrarse al carpe diem, desabrocharse la camisa como un gigoló italiano y, con la copa en la mano, hablar de éxitos de radio fórmula, fichajes del verano o, si hace falta, de los nuevos complementos de Paris Hilton.

He llegado a la madre de todos mis descansos veraniegos, Menorca. Pero antes la casualidad (o la sugerencia de un amigo) me picó para ver de nuevo a Bruce Springsteen sobre el escenario. Juro por todas sus guitarras que el pasado martes cuando escribí sobre la necesidad de contar con un trovador callejero como él en Europa, con su mentón de paleto y su camisa de hortera adolescente, no sabía que iba a romperme otra vez las palmas (de las manos y los pies) en uno de sus conciertos.

Tiempo habrá de rumiar en las playas insulares si la fortuna, bella bellaca, ha querido que me volviera a encontrar con el Boss, como quien necesita volver a la consulta del psiquiatra. Especialmente ahora, ya que el que escribe se encuentra en un momento especialmente sensible para toda esta mitología del destino, la fortuna y las casualidades, enredado en un baile de recompensas y castigos. Aunque suene a libro paranormal de bolsillo, compruebo que un paso en falso en la charca de lo miserable no queda sin su merecida colleja de las fuerzas cósmicas, las cuales también premian la valentía de la zancada en la dirección correcta.

El verano tensará todas mis cuerdas, y el capricho, o mi destino, se encargarán de ver si doy la nota o desafino en mis acordes vitales. Etapa importante para probar mi fibra (vital y musical) será Budapest, donde tras tostarme en las arenas menorquinas recalaré para darme el barnizado festivalero en el Sziget que todo postadolescente merece. Y de allí, bendecido por las musas más alcohólicas y canallas, a casa, donde terminan todos los viajes. Es el descanso del guerrero, entre olores a fritangas maternas , con la espada en un rincón y la mirada perdida, recordando las grandes (pero ya pasadas) historias veraniegas.

Por suerte, esto sólo ha comenzado, y uno no ha hecho más que ponerse las pinturas de guerra, listo para empezar la batalla.

3 comentarios

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3 Respuestas a “Baile de verano con el destino

  1. Bob

    Menorca es un buen laboratorio para un «europólogo»: española, francesa ( siete años) e inglesa (unos ochenta) durante el siglo XVIII hoy luchan en ella dos almas, la que no se quiere «balearizar», entendiendo por ello un turismo depredador, y la que sabe que necesita el turismo para sobrevivir. Investiga, bloguero, investiga…

  2. Descansa y disfruta de Menorca, gracias por tu compañía durante el concierto del Boss. Ya tienes una seguidora más, realmente fantástico tu relato.

  3. Ant cousin

    Prefiero opinar sobre Bruce pero me alivia que no haya analogos en Europa. En cuanto a tu report, me ha gustado casi de verdad y todo . Estilo fresco dinamico, digno de un personaje entrañable querido y añorado en tierras menorquinas.

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